Licda. Teresa de la Cruz

Transmisión de Valores en la Familia

Tamaño de letra: 10 12 14 16 18

Guía para la ejecución de los programas de escuelas de padres y madres (Nivel Inicial y Primarios – Grados del Nivel Básico) del Ministerio de Educación

Los valores y su importancia en la educación

Al nacer, nuestros/as hijos/as no son ni buenos/as ni malos/as, desconocen las normas que rigen su familia o su sociedad. Su conciencia ética se va desarrollando con el paso de los años. Pero necesitan nuestra ayuda ya que no llevan ningún “chip” incorporado que les diga si sus actos son correctos o incorrectos, lo que está bien o lo que está mal. Por eso es tan importante enseñar los valores cívicos que les permitan desarrollarse y convivir en una sociedad plural.

Los valores son las normas de conducta y actitudes según las cuales nos comportarnos y que están de acuerdo con aquello que consideramos correcto. Todos/as los padres y las madres deseamos que nuestros/as hijos/as se comporten de forma educada, pero sin que se conviertan en niños/as temerosos/as o conformistas, ni transformándonos nosotros/as en padres y madres exigentes y quisquillosos/as. Hay algunos valores fundamentales que todas las personas debemos asumir, para poder convivir unos con otros, y que son importante tener siempre presentes y cumplir sin perjudicar a nadie.

La adquisición de buenos valores depende, como casi todo en la vida de nuestros/as hijos/as, de sentirse querido/a y seguro/a, de desarrollar lazos estables con sus padres y madres y de tener confianza en sí mismo/a. Solo sobre una base de amor y seguridad nuestros/as hijos/as podrán aprender e interiorizar los valores éticos correctos. Lo más importante es el ejemplo que dan los padres y madres en su forma de relacionarse con los/as demás, de pedir las cosas, de ceder el asiento, de repartir lo que les gusta, de renunciar a algo, de defender a alguien, etc. Un comportamiento de los padres y las madres que transmiten tolerancia, respeto, solidaridad, confianza y sinceridad informa a los/as hijos/as de todos estos valores y aprenden a actuar respetándolos siempre.


Diferentes Tipos de Valores:


Valores familiares:

Hacen referencia a aquello que la familia considera que está bien y que está mal. Tienen que ver con los valores personales de los padres y las madres, aquellos con los que educan a sus hijos/as, y que estos/as, a medida que crecen, pueden aportar a su familia. Los valores familiares son los primeros que aprenderán nuestros/as hijos/as y, si sabemos transmitirlos con paciencia, amor y delicadeza, pueden ser una buena base para otras experiencias, actitudes y conductas con los que se irá encontrando en el desarrollo de sus vidas.


Valores socioculturales:

Son los valores que imperan en la sociedad en el momento en que vivimos. Estos valores han ido cambiando a lo largo de la historia y pueden coincidir o no con los principios familiares. Puede ser que la familia comparta los valores sociales que se consideran correctos o que, por el contrario, no los comparta y eduque a sus hijos/as con otros principios. En la actualidad, intentamos inculcar a nuestros/as hijos/as el respeto, la tolerancia, la renuncia a la violencia, la consideración y la cortesía, pero vivimos en una sociedad en la que ellos/as pronto descubren que también imperan otros paradigmas muy diferentes, como el autoritarismo, el egoísmo, la acumulación de dinero, el ansia de poder, e incluso el racismo y la violencia.

Los valores familiares determinarán, en gran medida, el buen criterio que tenga nuestro/a hijo/a para considerar estos otros principios como aceptables o despreciables, o para saber adaptarlos a su buen parecer de la mejor manera posible.


Valores personales:

Son aquellos que el individuo considera imprescindibles y sobre los cuales construye su vida y sus relaciones con los/as demás. Suelen ser una combinación de valores familiares y valores socioculturales, además de los que el propio individuo va incorporando, producto de sus vivencias personales, su encuentro con otras personas o con otras culturas en las que, aún imperando una escala de valores diferente a la suya, encuentra actitudes y conductas que considera valiosas.


Valores espirituales:

Para muchas personas la religión es un valor de vital importancia y trascendencia, así como su práctica. De la misma manera, la espiritualidad o la vivencia íntima y privada de algún tipo de creencia es un valor fundamental para la coherencia de la vida de mucha gente. Los valores espirituales pueden ser sociales, familiares o personales y no tienen que ver con el tipo de religión sino con el sentimiento que alimenta esa creencia.


Valores materiales:

Son aquellos que nos permiten subsistir y son importantes en la medida en que son necesarios. En la actualidad, vivimos un alza social de los valores materiales: el dinero, los carros, las viviendas y lo que a todo esto se asocia, como el prestigio, la buena posición económica, etc.


Valores éticos y morales: 

Son aquellos que se consideran indispensables para la correcta Convivencia de los individuos en sociedad. La educación en estos valores depende, en gran parte, de que se contemplen en aquellos principios que la familia considera primordiales.
Entre los valores familiares que se transmiten a los/as hijos/as se consideran los siguientes valores ético-morales como imprescindibles:

1• Respeto:
Aceptar al/la prójimo/a tal como es, con sus virtudes y defectos, reconociendo sus derechos y necesidades. Decir las cosas de manera educada, sin herir, violentar o insultar a nadie son muestras de respeto. La educación en el respeto empieza cuando nos dirigimos a nuestros/as hijos/as correctamente, de la misma manera que esperamos que ellos/as se dirijan a los/as demás.

2Sinceridad- veracidad:
La sinceridad es el pilar en el que se sustenta la confianza. Para que nuestros/as hijos/as no mientan no debemos abusar de los castigos: los/as niños/as mienten por miedo al castigo.

3• Renuncia a la violencia:
Que nuestros/as hijos/as no sean violentos/as depende mucho de que sus padres y madres no griten, peguen o les falten al respeto.

4• Solidaridad:
Conseguir que los/as niños/as ayuden a los/as adultos/as y a sus iguales se consigue fácilmente, solo debemos aceptar desde el principio sus ganas de ayudar, encomendarles pequeñas tareas y adaptarlas siempre a su edad y sus posibilidades.

5• Cortesía:
Tiene que ver con el respeto, la consideración y los modales. No tiene que ver con no poder hacer algunas cosas porque no es de buena educación, sino en hacerlas diciendo “por favor”, “gracias” y “¿puedo?”

6• Consideración:
Saber renunciar a los propios intereses en beneficio de los de los/as demás. Si los/as niños/as ven que sus necesidades se toman en serio, les será más fácil respetar las de otras personas.

7• Tolerancia:
La aceptación y el respeto hacia la gente que es diferente, a lo que nos resulta extraño, desconocido o poco habitual.

8• Responsabilidad:
La confianza que tenemos en que nuestros/as hijos/as sabrán asumir algunas tareas y las cumplirán. Tiene que ver con la conciencia de que los actos o su incumplimiento tienen consecuencias para otras personas o para nuestro/a propio/a hijo/a.

La responsabilidad que tenemos los/as padres y madres en la transmisión de estos valores a nuestros/as hijos/as es crucial. Los valores no se transmiten vía genética, por eso es tan importante tenerlos en cuenta en la educación. Pero debemos saber que los valores no se enseñan al margen del resto de cosas, ni a través de grandes explicaciones o dando una lista con aquello que consideramos correcto y lo que no, esperando que nuestros/as hijos/as la memoricen. Los valores se transmiten a través del ejemplo práctico, de la cotidianidad y de aquello que los/as hijos/as observan hacer a sus padres y madres.

Educar en valores es un reto que enfrentan las familias y la escuela. La importancia de enseñar a los/as niños/as principios que guíen su conducta y promuevan su calidad humana a medida que crecen está más que demostrada en el mundo actual.

El éxito en esta tarea dependerá de la claridad, coherencia y consistencia con que los/as adultos/as asuman el proceso, pero sobre todo, de la enseñanza de los valores sustentados en la vivencia y no en el discurso. Difícilmente podamos transmitir con efectividad lo que no creemos y practicamos, especialmente si se trata de actitudes.

Cada familia posee un sistema de valores, que a menudo se mantienen implícitos y serán los que los hijos y las hijas irán integrando progresivamente. Conviene, sin embargo, clarificar dichos valores, examinarlos a la luz de las expectativas que los padres y las madres tienen respecto a sus hijos/as. Por ejemplo, si queremos que los/as niños/as digan la verdad, tendremos que cuestionarnos si nosotros/as mismos/as lo hacemos, dado que, como hemos dicho, los valores se aprenden con el ejemplo, más que con sermones u órdenes.
A continuación, analizamos los aspectos asociados al desarrollo y fortalecimiento de algunos valores, solo a modo de ejemplo, a fin de que las familias amplíen la reflexión, incorporando aquellos valores que consideren fundamentales para educar a sus hijos e hijas.

• Respeto

Lograr que los/as niños/as aprendan el respeto es una meta constante en nuestra función de padres y madres. Cualquier actitud del/la niño/a interpretada como falta de respeto activa los recursos de los/as adultos/as para demostrarle quién manda y se convierte en motivo de preocupación.

Sin embargo, el respeto va más allá de la obediencia y por supuesto, no debe confundirse con el temor ni con la sumisión. El respeto mutuo es un camino de dos vías, que debe ser enseñado desde muy temprano en la vida, puesto que cualquier relación donde falta el respeto se deteriora y provoca sufrimientos.
Como sucede con todos los valores, el respeto se enseña mejor actuando que hablando acerca de él, por lo que los padres y madres pueden aprovechar situaciones diversas para mostrar una actitud respetuosa e inducir al/la niño/a a hacer lo mismo, empezando por el respeto a la vida (las plantas, los animales, las personas más necesitadas). Por ejemplo, no decir frases despectivas hacia los ancianos, tratar con cortesía a las personas con discapacidad y a los que nos piden una limosna, son oportunidades para conducir a nuestros hijos por la vía del respeto a los demás.

No obstante, para que el/la niño/a pueda asimilar esto como un valor y hacerlo suyo, necesita a su vez sentirse respetado. Con frecuentemente exigimos a nuestros/as hijos/as que nos respeten, pero nos olvidamos de que los/as niños/as también son personas y que merecen respeto. Conviene analizar nuestras reacciones y actitudes que pudieran ser irrespetuosas hacia nuestros/as hijos/as. Por ejemplo, cuando no les escuchamos ni prestamos atención en el momento en que nos hablan; cuando les insultamos o humillamos con burlas, sarcasmos y comparaciones; cuando no reconocemos su derecho a tener su espacio, e interrumpimos innecesariamente sus actividades o restamos valor a sus pertenencias.
Estas son solo algunas de las conductas que podrían estar transmitiendo a nuestros/as hijos/as el mensaje de que no son personas dignas de respeto.

Los/as niños/as suelen ser muy sensibles a estas maneras de relacionarnos con ellos/as. Por lo general producen resentimientos y afectan su autoestima, convirtiéndose además en un obstáculo para nuestra tarea de enseñar el respeto mutuo.

Asimismo, el respeto que mostremos por nosotros/as mismos/as constituye un modelo insustituible, que se manifiesta cuando los padres y madres reconocen su propio valor y sus derechos, evitando dar una imagen de sacrificio extremo cuando establecen límites saludables a las demandas de los/as hijos/as, ya sea de atención, tiempo, servicios, juguetes, etc.

En todas estas oportunidades hay una lección acerca de los derechos de cada miembro de la familia, que permite a nuestros/as hijos/as ir desarrollando una actitud respetuosa, hacia sí mismos/as y hacia los/as demás, que le acompañará durante su vida.

• Responsabilidad

La responsabilidad implica cumplir cabalmente con las tareas u obligaciones emanadas del rol que desempeñamos, asumiendo las consecuencias de nuestras acciones.

Actuar con responsabilidad es fuente de crecimiento personal e independencia, a la vez que es una consecuencia de ello. En los/as niños/as pequeños/as se refiere con frecuencia a enfrentar las consecuencias de las decisiones de otros, las cuales el/la niño/a debe aceptar.

En los/as mayores se evidencia en las decisiones que se toman y también en las consecuencias que se generan.

Para enseñar responsabilidad hay que ejercer de forma adecuada la autoridad. Una persona que es descalificada, irrespetada o poco reconocida, tendría dificultad al poner en marcha sus recursos para actuar responsablemente en ese contexto. Siendo así, un estilo de educación autoritario y rígido no promueve la responsabilidad, sino más bien el cumplimiento ciego de las órdenes, fundamentado inicialmente en la obediencia, pero sin que el individuo se involucre y con el riesgo de generar actitudes rebeldes o apáticas.

Por otra parte, una educación permisiva con pocas exigencias no estimula las capacidades del ser humano para enfrentar tretas y demandas que le corresponden y sus consecuencias, promoviendo la externalización de la culpa y la búsqueda de soluciones fáciles a los desafíos cotidianos.

De forma práctica, en la familia esto se traduce en permitir al/la niño/a tomar decisiones dentro de un número limitado de alternativas que irán aumentando con la edad. Esto le da la oportunidad de ejercitar la voluntad y sentirse respetado/a. Naturalmente, toda decisión supone consecuencias, sean estas positivas o negativas, y es muy importante que los padres y madres dejemos a los/as niños/as experimentar las que se deriven de su elección, siempre y cuando no revistan peligro para ellos/as o para otros/as.

Esto no siempre es fácil, pues estamos habituados a tratar de evitar que nuestros/as hijos/as tengan cualquier experiencia negativa; entre otras razones porque asumimos que eso es parte fundamental de nuestra función como padres y madres, y nos sentimos culpables si no lo intentamos. Para proteger a los/as niños/as de las consecuencias de su comportamiento, sermoneamos, humillamos, amenazamos, imponemos nuestras ideas y finalmente, terminamos haciendo por ellos/as lo que ellos/as deberían hacer por sí mismos/as.

La enseñanza de la responsabilidad implica reglas claras pero flexibles, que permitan al/a la niño/a intentar sus propias soluciones y aprender de sus errores en un marco de respeto hacia el/ella y hacia los/as adultos/as.

Todo esto está conectado con un ambiente en el que cada uno siente que tiene un lugar, que pertenece, participa en los planes y se compromete.




FIN DE LA ENTRADA

No hay comentarios. :

Publicar un comentario

Tus comentarios son importantes para nosotros